En defensa de lo comunal, debemos seguir defendiendo nuestras Juntas Vecinales
 ** Un artículo muy interesante para entender mejor el valor que tienen las Juntas Vecinales de nuestra provincia, no podemos permitir que queden en manos de especuladores, si aun no has firmado para solicitar plenos de apoyo a las Juntas Vecinales pincha aquí para firmar y descargar la hoja de firmas.
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Entre todos podremos poner fin a esta atrocidad. 
Tribuna del Diario de León, 7/8/2012.- José Serrano. Cepedano. Doctor en Historia Económica por la UAB y autor de varias obras sobre bienes comunales.
El día 13 de julio del 2012 puede pasar a la historia como uno de los 
días más nefastos para la provincia de León. El anteproyecto de Ley de 
Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local prevé la 
desaparición de las Entidades Locales menores que pasan a ser absorbidas
 por los Ayuntamientos, que también se quedarían con los bienes de los 
pueblos. Aunque detrás de estas medidas se argumenta la racionalización 
de la administración, visto el nivel de endeudamiento de los 
Ayuntamientos no sería descartable que estas propiedades acabasen 
vendidas al mejor postor, como ya ocurrió hace un siglo y medio. Es 
decir, los pueblos leoneses estuvieron a punto de perder sus propiedades
 con las desamortizaciones puestas en marcha a lo largo del siglo XIX 
para reducir la deuda del Estado.
Primero, la desamortización eclesiástica de Mendizábal (1837) puso en 
venta los bienes de la Iglesia. Sin embargo los pueblos se vieron 
privados de bienes que aprovechaban colectivamente como «cotos 
redondos», «dehesas de labor» o montes pertenecientes a monasterios como
 los de Sahagún Carracedo, Gradefes o Carrizo de la Ribera y que fueron 
comprados por burgueses y especuladores. Aunque éstos continuaron 
arrendándolos a los pueblos, impusieron nuevas condiciones, a veces 
abusivas; un ejemplo de lo ocurrido es Villaverde de Sandoval, comprado 
de forma fraudulenta por G. Balbuena y que derivó en un conflicto de 
orden público, al quedar excluidos de los aprovechamientos la mayor 
parte de los vecinos. No obstante, también los pueblos se valieron de la
 ocasión para comprar de forma colectiva montes y propiedades comunales.
De nuevo a mediados del siglo XIX, con un Estado fuertemente endeudado, 
Pascual Madoz, ministro de Hacienda, puso en venta los llamados bienes 
de propios; es decir, bienes cuyo aprovechamiento era cedido por el 
concejo a particulares a cambio del pago de un canon. Al amparo de esta 
desamortización fueron enajenados molinos, fraguas, cantinas, quiñones, 
cotos boyales o montes de aprovechamiento común. No obstante, en León, 
en comparación con otras provincias españolas, la superficie de comunal 
vendida durante el siglo XIX fue mínima. La principal razón de ello es 
que, al ser los comunales básicos para las economías campesinas todos 
los sectores sociales se aliaron para impedir su venta. A través de 
estrategias legales como las «solicitudes de excepción» de la venta, o 
«ilegales» como la violencia contra los compradores o las quiebras 
fraudulentas, los pueblos impidieron muchas ventas. También hubo 
ocasiones en las que los pueblos conservaron su patrimonio comunal 
porque los vecinos, comprometiendo sus capitales, compraron 
colectivamente bienes subastados, los cuales posteriormente eran 
escriturados a favor de las Juntas Vecinales.
También durante el XIX los pueblos fueron desposeídos de comunales con 
la desamortización de foros y censos y con la «abolición de los 
señoríos», resuelta de forma muy favorable a la nobleza al reconocerle 
la propiedad plena de montes y fincas por las cuales los pueblos pagaban
 rentas señoriales. De hecho, cuando en 1931 la Ley de Bases de Reforma 
Agraria republicana preveía la abolición de los señoríos y el rescate de
 los comunales de los pueblos que un siglo antes habían sido vendidos o 
usurpados al amparo de la desamortización, diversos pueblos de León 
acudieron al Instituto de Reforma Agraria a reclamar, siendo destacado 
el caso de Villamor de Riello defendido por el insigne D. Vicente Flórez
 de Quiñones.
Durante el siglo XIX no sólo les fueron arrebatadas a los pueblos 
propiedades comunales, sino que el Estado liberal intentó despojar a los
 concejos y a los vecinos de la gestión de sus bienes comunales. Por un 
lado, con la creación de los municipios en 1812, las leyes únicamente 
reconocían a los ayuntamientos, columna vertebral del caciquismo, como 
interlocutores entre los pueblos y la Administración. Posteriormente, a 
través de diversas leyes se determinó que la administración de los 
comunales y montes «públicos» era competencia de los Alcaldes 
municipales y ayuntamientos y no de los concejos de vecinos. Una de las 
consecuencias es que las Juntas administrativas o vecinales se vieron 
privadas de competencias para castigar a quienes cometiesen infracciones
 en la utilización de los recursos comunales. No obstante, a pesar de 
que administrativamente se despojó a los «concejos de vecinos» de 
competencias y se intentó desposeer de todo valor legal a la costumbre y
 a las ordenanzas concejiles, los pueblos siguieron defendiendo y 
aplicando el ordenamiento comunitario.
Por otro lado, y en lo que se refiere a la gestión de los montes de los 
pueblos, a partir de 1853 ésta pasó a ser tutelada por los Ingenieros de
 Montes. A partir de ese momento, se prohibieron y castigaron 
aprovechamientos tradicionales como las roturaciones y el pastoreo, 
considerados dañinos para el monte; incluso, a partir de 1876 se encargó
 a la Guardia Civil las tareas de guardería forestal. A pesar de la 
represión, el intento de los ingenieros de montes de promover un monte 
productor de madera a través de repoblaciones y ordenaciones fracasó y 
tuvieron que limitarse a cobrar el 10% de la tasación de los 
aprovechamientos tradicionales (ganadería, ramón, leñas y roturaciones).
 Los ingenieros no pudieron salirse con la suya porque los vecinos 
resistieron y rechazaron la ingerencia exterior, la cual ponía en 
peligro sus medios de vida y su supervivencia que dependía de los 
aprovechamientos en los comunales.
Si hoy en día en León, en pleno siglo XXI, se mantienen los comunales es
 porque los vecinos las defendieron con «uñas y dientes» frente a las 
embestidas del Estado liberal. Esos bienes de los pueblos hoy vuelven a 
estar en peligro, casi por las mismas razones que el siglo XIX: un 
Estado endeudado y unas instituciones políticas en manos de gente que 
las ha venido utilizando en provecho propio. A diferencia del pasado, 
hoy los comunales ya no son fundamentales en la economía leonesa, ya que
 cada día menos gente vive de la agricultura y de la ganadería. Sin 
embargo, los comunales son un legado de nuestros antepasados que hoy nos
 toca defender a nosotros. Con una economía en manos de especuladores, 
se corre el riesgo de que los montes y las propiedades de los pueblos 
acaben vendidos a precio de saldo; es más, lo peligroso es que hoy con 
una economía globalizada estas propiedades acaben en manos de empresas 
extranjeras y que acabemos sintiéndonos extraños en nuestra propia 
tierra.
Irma.-
Post publicado en el periódico digital Ileon.com 
Irma.-
 
La peña no es consciente de lo que esta gente nos quiere robar, coño despertadddddddddddddd borregossssssssss que el lobo esta en el rebaño
ResponderEliminarEspero que la gente reaccione a tiempo y sepamos sacar a los lobos de dos patas de los rebaños.
EliminarUn abrazote utópico, Irma.-
Hola Irma. Falta un punto entre Serrano y Cepedano (originario de La Cepeda, no apellido). Gracias por la difusión, José Serrano
ResponderEliminarYa está el punto donde debía estar, gracias a tí José y un placer tenerte por mi rincón utópico.
EliminarUn abrazote utópico, Irma.-
Gracias a ti Irma!
ResponderEliminarSon necesarias iniciativas como la tuya que defiendan lo nuestro.
Ánimo!
Un abrazo,
José
José, estamos todos en la misma línea "utópica" ahora solo nos falta cruzarla y hacerla realidad.
EliminarUn abrazote utópico y de los grandotes, Irma.-